De lunes a viernes, casi todas las semanas del año, tan pronto como finalizan sus clases, un gran número de niños y niñas se dirigen a otras escuelas, las llamadas Escuelas Deportivas. Comienza así la “academia” del tiempo libre y del ocio, un aula abierta de las denominadas actividades extraescolares. Son muchas personas que participan en ella de forma activa o pasiva, formando un verdadero sector económico y sin duda un evidente referente educativo.

No hay duda de que los niños tienen derecho a jugar y el juego es necesario para su desarrollo integral, por tanto la energía que promueve esta idea del deporte extraescolar da a entender que lo más importante no es ganar, sino participar, esforzarse, aprender e instaurar los primeros vínculos de contacto con una ocupación activa del tiempo libre y del ocio.

 

En la actualidad la actividad física en los jóvenes ha sido llevada a un segundo plano, los niños de hoy son mucho más sedentarios de lo que eran en el pasado. Con el adelanto de la tecnología, se les da más estímulos para quedarse en casa porque allí pueden ver la televisión, navegar por Internet, o jugar a la playstation. Todas estas actividades del mundo moderno han sustituido a la vida al aire libre de hace unos años. Por ello nadie duda de los beneficios que supone la práctica de una actividad física o deportiva de forma regular. Así nacen las Escuelas Deportivas, convertidas en uno de los mayores fenómenos globalizadores e integrales que existen hoy en día.

He aquí una de mis demandas, también en mi municipio, Los Realejos. En mi opinión los programas de iniciación al deporte deben proveer que los niños y niñas conozcan todos los deportes posibles, todas las modalidades y todas las ofertas vinculadas a su entorno sociocultural, recibiendo una formación inicial específica que posibilite la elección de aquella actividad que más les guste de acuerdo con sus preferencias y deseos personales. Las inexistentes Escuelas Multideportivas, escuelas donde los niños pasan por todos los deportes.

Muchos padres confunden que el objetivo de estas Escuelas no es formar deportistas profesionales y crean en los niños la idea de que acudiendo a ellas pueden emular a Messi, Pedrito, Gasol, Ronaldo, Nadal, Alonso…, desean que sus hijos lleguen a lo más alto, jugar en el Madrid, en el Barsa, Tenerife.. Son muchos los que comparten este sueño y ya ven a sus hijos en lo más alto del podio, generando mucha riqueza. Por lo general son padres frustrados queriendo convertir a sus hijos en lo que ellos no fueron. Pero el camino para llegar a ser deportista profesional no es fácil, ya que este no es el lugar y porque aunque son muchos los que lo intentan muy pocos lo consiguen, dado que implica mucho esfuerzo y renuncias.

Es deber de los mandatarios o gobiernos de turno velar por todos estos jóvenes. Normalmente las Escuelas Deportivas extraescolares están subvencionadas con dinero público, por ello deben vigilar que el deporte de iniciación deje de ser definitivamente un reflejo del deporte adulto y convertirse en un referente educativo más de esta sociedad que necesita instrumentos para formar a una ciudadanía más abierta, flexible y no tan centrada en la competencia, cuestión que parece difícil en un contexto tan competitivo.

Los padres tienen que ser eso, padres, y no intentar sustituir a los formadores. Igual que un padre no suele cuestionar cómo debe de dar un maestro la clase de lengua de su hijo, en el deporte tampoco debe cuestionar la metodología y las decisiones del formador-entrenador, aunque le parezcan desacertadas.

El goce de jugar de un niño nunca debe dejar paso a la ofuscación, hay que dejar que el niño disponga, aunque muchas veces eso suponga un error. Los padres deben de aceptar y hacer comprender a sus hijos que unas veces se gana y otras no.

Es posible que sus hijos no sean tan buenos como ellos creían, ya que son pocos los que finalmente consiguen su objetivo. Por tanto, más juego y menos competencia, la actividad física de los niños debe ser un vínculo más para mejorar su desarrollo intelectual y físico, no una competición constante, todo a su debido tiempo.

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